Con la marcha que unos "humildes estudiantes" organizaron el 4 de febrero pasado, para protestar contra las Farc, los colombianos nos dirigimos más hacia la derecha. Fue una marcha apabullante orquestada, sin ninguna duda, desde la ultraderecha, para que caigan en la trampa los ingenuos de todos los matices. protestaron contra las Farc, por ser, según sus palabras "las causantes de todos los males que existen en Colombia, país donde vivirían feliz si ellas no existieran" y otras especies que no resisten el análisis serio. Se olvidan del problema más urgente que la sociedad colombiana tiene que resolver, sin demora, para no quedar mal ante la historia y ante el mundo, cual es propiciar el intercambio humanitario para salvar la vida de rehenes y secuestrados que tiene dicho movimiento insurgente. Para eso hace falta que las dos partes en conflicto: las Farc y el gobierno se sienten a dialogar, sin dilación, con patriotismo y hombría, en territorio nacional y sin intervención extranjera, independientemente de que pueda haber un acompañamiento de países amigos.No deja de llamar la atención el hecho de que la marcha fuera inicialmente convocada en el sitio "Facebook" (así en inglés); que se anuncie para el 4 de febrero fecha en que se conmemoran los 6 años del fallido intento de golpe de Estado en Venezuela contra el gobierno de Chávez; que lo publiciten a grito herido los dos grupos radiales y televisivos que se imponen en Colombia; que el genocida Mancuso invite a concurrir masivamente a dicha marcha; que la canalla cubana de Miami se sume a la misma y que un largo etcétera de personajes de derecha corran tras del llamado de unos jóvenes supuestamente desprevenidos y absolutamente desconocidos. Por el carácter derechista de la invitación no nos parece bien que la izquierda consciente acuda a semejante llamado. Sería falta de perspectiva política dejarse llevar de la nariguera. De la misma manera que sería ilógico que la derecha se hiciera eco de los llamados de la izquierda. Ya lo dijo -hace una veintena de años- Fidel Castro cuando expresó que no se puede esperar que el enemigo nos convoque a algo ni menos que aplauda nuestras actuaciones, porque allí si estaríamos perdidos. Sabemos que la izquierda -el Polo Democrático- ha hecho un llamado a sus militantes a concentrarse ese mismo día, en la Plaza de Bolívar, pero a las diez de la mañana, una hora antes de la convocatoria de los mencionados jóvenes. Le quedaría más elegante -a esa izquierda- invitar a una marcha, otro día, para protestar abiertamente contra el secuestro, contra la continuación de la guerra, contra las fechorías que siguen perpetrando los paramilitares, contra los políticos involucrados contra el paramilitarismo, contra las ejecuciones de los militares a ciudadanos inermes, contra la arbitrariedad, la improvisación y la falta de política de paz del presidente, contra el hambre, contra la desatención hospitalaria, etc.Es curioso que el recurso de la marcha sólo se empiece a usar en estos últimos tiempos de dormitar político de la ciudadanía después de que Gaitán -días antes de su asesinato- convocara a la imponente "Marcha del silencio" para protestar contra las matanzas que se venían cometiendo contra los liberales y la izquierda durante el gobierno criminal y ultraderechista de Mariano Ospina Pérez. A poco tiempo -durante el gobierno fascista de Laureano Gómez hubo sobrados motivos para protestar contra los 300 mil y más muertos de la guerra civil bipartidista, pero el pueblo estaba tan amedrentado como para no poder alzar cabeza y decir esta boca es mía. Lo mismo pasó en tiempos de la pacificación de Rojas Pinilla, en la de Guillermo León Valencia, donde a las fuerzas armadas asumieron -por orden del ejecutivo- el papel de verdugos de su propia nación. De allí para acá son innumerables los magnicidios, sumados a los 30 mil y más muertos anuales de las estadísticas colombianas de los años 80 y 90.
Esto hablando de cantidad. Pero refiriéndonos a la calidad de los asesinatos ¿quiénes salieron masivamente a protestar por el esterminio del partido de la Unión Patriótica (más de 5 mil muertos), por las degollinas de los paramilitares, por su utilización de motosierras, por la práctica de los narcotraficantes del norte del Valle de lanzar a sus víctimas a fosos de leones para que los devoraran? A muchas personas les parecía natural que la izquierda fuera aniquilada, especialmente sus dirigentes. No puedo olvidar la respuesta -que a comienzos de los años 90- me hizo un colega universitario a un comentario que le hice sobre el aumento de los asesinatos políticos: "¡pero si esos muertos son de la U.P!.". A lo cual le respondí ¿Es que para usted sólo cuentan los muertos del bipartidismo? Sí, fue su rotunda respuesta. Desde entonces tengo claro que los muertos de la izquierda no cuenta ni para las estadísticas oficiales ni para la conciencia nacional moldeada desde los textos de historia que hacen los clérigos y la derecha "culta". Con ese inmenso atraso político del común de los ciudadanos es que el 4 de febrero marchó el grueso de la nación contra las Farc, ese movimiento insurgente que tiene en jaque al gobierno colombiano y a los Estados Unidos desde hace casi 50 años. Es claro que los ecos de esa marcha no llegarán hasta la selva, donde están las Farc, pero -a partir de los medios- tomarán clara nota de que el odio de clases crece y eso implicará el recrudecimiento de la guerra. ¿Cuándo esos insurgentes iban a pensar que el gesto de mandar pruebas de supervivencia de los rehenes y de liberar unilateralmente a dos cautivas iba a hacer saltar en pedazos esa nueva esperanza de paz que teníamos en todo el país? Cómo para que esos insurrectos se decidan a ganar la guerra pronto o se disuelvan para siempre. Sepan ellos que el pueblo colombiano no está educado para leer objetivamente la historia de su país ni para desear cambios estructurales ni para ser libre. Sólo para ser obediente.
Esto hablando de cantidad. Pero refiriéndonos a la calidad de los asesinatos ¿quiénes salieron masivamente a protestar por el esterminio del partido de la Unión Patriótica (más de 5 mil muertos), por las degollinas de los paramilitares, por su utilización de motosierras, por la práctica de los narcotraficantes del norte del Valle de lanzar a sus víctimas a fosos de leones para que los devoraran? A muchas personas les parecía natural que la izquierda fuera aniquilada, especialmente sus dirigentes. No puedo olvidar la respuesta -que a comienzos de los años 90- me hizo un colega universitario a un comentario que le hice sobre el aumento de los asesinatos políticos: "¡pero si esos muertos son de la U.P!.". A lo cual le respondí ¿Es que para usted sólo cuentan los muertos del bipartidismo? Sí, fue su rotunda respuesta. Desde entonces tengo claro que los muertos de la izquierda no cuenta ni para las estadísticas oficiales ni para la conciencia nacional moldeada desde los textos de historia que hacen los clérigos y la derecha "culta". Con ese inmenso atraso político del común de los ciudadanos es que el 4 de febrero marchó el grueso de la nación contra las Farc, ese movimiento insurgente que tiene en jaque al gobierno colombiano y a los Estados Unidos desde hace casi 50 años. Es claro que los ecos de esa marcha no llegarán hasta la selva, donde están las Farc, pero -a partir de los medios- tomarán clara nota de que el odio de clases crece y eso implicará el recrudecimiento de la guerra. ¿Cuándo esos insurgentes iban a pensar que el gesto de mandar pruebas de supervivencia de los rehenes y de liberar unilateralmente a dos cautivas iba a hacer saltar en pedazos esa nueva esperanza de paz que teníamos en todo el país? Cómo para que esos insurrectos se decidan a ganar la guerra pronto o se disuelvan para siempre. Sepan ellos que el pueblo colombiano no está educado para leer objetivamente la historia de su país ni para desear cambios estructurales ni para ser libre. Sólo para ser obediente.

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